miércoles, 30 de diciembre de 2015

NOCHEBUENA EN ACOMAR

 Llegaba la tarde y con ella todos los  preparativos del voluntariado para poder celebrar en ACOMAR la Nochebuena con todas las personas muy muy pobres, tanto Acogidas como Atendidas, que diariamente servimos y atendemos en nuestra Casa de Acogida y Seguimiento. El voluntariado, ya estaba comprometido en traer cada  cual lo que pudiera  de alimentos para compartirlo, con estas personas. Mientras los/as jóvenes traían del almacén las mesas para colocarlas en el salón comedor de nuestra Casa, y las sillas, los mayores preparan en nuestra pequeña cocina el orden de los platos bien, pero bien  repletos de comida especial para compartirla con estas personas muy muy pobres.

Todo no era activismo, porque si nos quedamos en eso, nos convertimos en robot. En ACOMAR, no hay robots. Se trabaja, se escucha, se comparte, se sufre…pero siempre dejándole sitio al corazón y cuando el corazón habla AMA.

Pues bien, ya estaba todo preparado. Sobre las siete de la tarde comenzaron a llegar estas personas. Todos, todos en esta Nochebuena no reunimos para celebrarla con nuestros seres más queridos. Ellas venían a celebrarla con sus seres queridos, sus amigos de ACOMAR. En su rostro se reflejaba, como todos los días, la certeza de que en esta Casa se les AMA. Ocuparon sus sitios. Se le habló del motivo de nuestra celebración. Se les proclamó la Palabra de Dios en el apartado de referencia al Nacimiento de Jesús. Y comenzó la cena. Tenemos personas de diferentes costumbres, cultura, religiones… pero se notaba que el Dios que nacía era el mismo Dios de todos. No había distinción, ni categoría. Solamente había una cosa en común el compartir, no solamente la comida, sino lo más importante el diálogo y el AMOR. Nadie era extranjero. Todos hermanos.

Luego llegó el momento de los villancicos. Un coro de voluntarios con sus guitarras nos animaron a compartir  los cánticos y al final, lo más bello, el testimonio, que sale del corazón de las personas muy muy pobres, de cómo llegaron a ACOMAR y cómo está recuperándose y logrando su dignidad. Por último el testimonio del voluntariado. Se habló tanto jóvenes como mayores de su gran vocación al servicio de estas personas,  durante todo el año, que se lo  merecen todo, llegando  a la conclusión de que es mucho más lo que recibimos de ellas, que lo que nosotros podamos darle. ACOMAR, escuela de vida, dando vida.

Todos tuvimos un recuerdo, una oración por nuestra querida María Roca (q.e.p.d) que tal día, hace un año, fue la última vez que nos visitó en ACOMAR, para estar con estas personas muy muy pobres y su recuerdo y su presencia está con nosotros. El pensamiento más profundo que reinaba en el corazón de cada voluntario/a, en silencio era dar gracias a Dios porque habíamos celebrado la gran eucaristía de compartir todo lo que tenemos con el mismo Jesucristo en la persona de cada pobre..¿ “Cuando te vimos”. “Cuando te ayudamos”?… Cada vez que lo hiciste con uno de éstos más pobres a mí me  lo hiciste”. Al terminar y recogíamos todo mirábamos al Niño Jesús de nuestro   Belén en ACOMAR y sonreía y su padre y su madre nos miraban. Nos  daban su PAZ. ¡Qué mejor regalo de Navidad!.


                                                                                                                             Salvador.

martes, 22 de diciembre de 2015

Testimonio XVII "Cuando la vida sea dura y te sientas derribado, piensa en tu familia y busca soluciones"

Hoy os ofrecemos un testimonio del cofundador de ACOMAR, Salvador Silva, cargado de emoción y hambre de futuro: 

Esta persona llegó a nosotros desde Europa del Este, como tantas y tantas que diariamente se acercan de otros continentes y lugares de nuestra España buscando solución a los grandes problemas que plantean en su vida las carencias de los recursos más elementales. Son aparentemente mundos completamente “rotos”, inútiles, derribados… lo sufren todo en silencio y desesperanza, que son las enfermedades más crueles que sufre. Pues bien, si te acercas a los supuestamente “escombros” de ese mundo, puedes escuchar alguna palabra que pide ayuda. Si comienzas a quitar “escombros” lenta y permanentemente, no ocasionalmente, verás que allí hay vida y alguien que te pide vida. Si compartes tu vida, comienzas a construir en la persona un mundo nuevo de alegría, de esperanza, de libertad… “Tuve hambre y me diste de comer,… estaba abandonado/a y me acogiste, estaba “preso” de las drogas, del alcohol, del abandono personal… y me liberaste” (Mt.25). Así de sencillo. 

Para esta persona los caminos de la vida, en su país, fueron leves. Vivía con su esposa, su familia y su hijo menor de edad. Tenían su trabajo y su vida normal. Llegó el momento en que cambiaron los tiempos y fueron perdiendo todos los valores materiales y financieros recogidos hasta entonces. Gracias a Dios, no perdieron los valores espirituales. Aún los conservan, según nos comenta, incluso se le han reforzado al ir caminando desde su pobreza al lado de ACOMAR.

Con unos ahorros que tenían decidieron venir a España y hospedarse en casa de un familiar en un pequeño pueblo de Albacete. Tantos los recursos económicos como los alimentos eran escasos. No podía consentir que se pasaran estrecheces, y menos su hijo. Al día siguiente se puso a buscar trabajo. Y al siguiente y al siguiente… No encontró. Tuvo que dejar la familia y marcharse a la aventura...por diferentes provincias, realizando algunos trabajos, mal pagados, con escasa alimentación y sin techo. Todo lo que ganaba lo mandaba a la familia. Así estuvo varios meses.

Llegó a Alicante muy cansado. Permaneció dos días sentado en un parque público, comiendo de las reservas que tenía, pan duro. Le pedía a Dios que le ayudase, que le ayudase, que no perdiera la esperanza. No podía derrumbarse. Tenía que volar como un águila. Recordaba la frase que su padre le dijo un día: “Hijo cuando la vida te sea dura y te sientas derribado, piensa en tu familia y busca soluciones.” No conocía Alicante. Se puso en marcha, caminando. No sabe cuánto tiempo. Encontró una casa con ventanas grandes pintado todo de blanco. Allí, alguien le había comentado que podía encontrar algo de comida. Llamó a la puerta y una mujer le preguntó con mucha cortesía y cariño: Hijo, ¿Qué le está ocurriendo?. ¿Qué necesita?. Eran las primeras palabras, que en varios meses, fuera de su familia, oía con mucha amabilidad y ternura. Le explicó un poco su caso y le dijo: No se marche que aunque hemos terminado hoy le voy a dar alimentación y una manta porque veo que tiene frío. Y así lo hizo. Le dijo más: venga mañana para tratar su tema a fondo con otros compañeros de la Asociación, que le podremos ayudar. Al día siguiente llegó a nosotros en muy malas condiciones, tanto externas como internas. Nos narró todo lo anteriormente expuesto y más. El sufrimiento lo ahogaba, la soledad lo invadía, él quería salir de su situación pero no podía, la tristeza interior lo hundía en un vacío profundo… le faltaban palabras para contar lo pasado y lo presente. Su única esperanza era salvar a su familia y estar con su mujer y su hijo. Le dijimos palabras de consuelo, de ternura, de afecto y comprensión, y se le dijo: “No te aflijas más. Para llegar a un final feliz, primero cuídate a ti mismo y déjate ayudar”. Lloraba de alegría. ¿Quieres nuestra ayuda?. Y nos respondió: Por Dios, ayudadme.

De seguida estudiamos el caso y vimos que estaba lleno de heridas tanto externas como internas. Aquel hombre no podía sufrir más. Su YO vivía un vacío interior profundo. Estaba con los” pies arrastras“. Le faltaba autoestima. Tenía desorden interno. Desmotivación. Desconfianza en sí mismo. Miedos, agobios… y un sufrimiento enorme. Todo eso y más había que curarlo. El vacío interior profundo había que llenárselo con sentimientos de ternura, comprensión, cariño, escucha… Le dimos todos los servicios de atención primaria: (alojamiento, alimentación, higiene…) y se puso en comunicación con su familia. Y nosotros también. Ya nos contaron la situación de marginación que estaban viviendo y especialmente su hijo, menor de edad. La mujer nos daba las gracias porque habíamos acogido a su marido. Le comunicamos que pronto estarían juntos en Alicante. Y así fue. Su marido fue a recogerlos. Cuando llegaron a ACOMAR fue un día precioso, cargado de alegría. Le encontramos un alojamiento cerca de ACOMAR, donde viven. 
Al principio era la Asociación la que estaba al frente de todo, pero poco a poco, durante el proceso correspondiente y el seguimiento de su caso, comenzaron a desaparecer las “heridas” internas. Hoy, gracias al Señor, la mujer y el marido están trabajando con su nómina, hablan bien el castellano, se defienden y su hijo está escolarizado. Ya ellos, se administran y están al frente de sus gastos, pero aún continúan con nosotros ya que nos piden que le sigamos ayudando en reforzar en su familia, los valores espirituales.

Desde el voluntariado seguimos diariamente atendiendo, sirviendo, dando… a un promedio diario de 70 personas muy pobres.

Amigos/as: erradicar la pobreza es seguir luchando, cada día, no ocasionalmente, sino permanentemente junto a estas personas para “cortar” la raíz de su pobreza; y devolverles su dignidad. Todo para dar ¡Gloria a Dios! Porque la Obra es Suya.


Si alguien quiere colaborar: SABADELLCAM- Nº CTA:ES91-0081-1347-99-0006095016.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Carta del presidente de ACOMAR: "Esto no es para mí, porque yo no soy pobre"

El cofundador de ACOMAR, Salvador Silva, escribe esta emotiva carta, para despertar la conciencia de la solidaridad y la ayuda fraterna entre todos nosotros: 

Para muchas personas, los caminos de la vida son largos y difíciles de realizar, y más si están repletos de carencias, sufrimientos, situaciones inesperadas…Les voy a contar la historia de alguien que había recorrido un camino muy duro para, al fin, disfrutar de una vida estable y acomodada. Algunas tardes paseaba por nuestro barrio y veía como muchas personas se acercaban a nuestra casa. En un primer momento creyó que se trataba de un club social, pero tras acercarse a saciar su curiosidad, descubrió que éramos una organización que ayudaba a los pobres. 
Conoció nuestra labor y a los voluntarios que trabajan con nosotros. Recuerdo que le pareció muy bien lo que hacíamos, pero dijo: "Esto no es para mí, porque yo no soy pobre". 
Sin más preámbulos abandonó nuestra casa, continuó su paseo y se olvidó por completo de ACOMAR. 

Un buen día llegó al trabajo y se encontró con las puertas cerradas: le habían despedido. A partir de entonces y a pesar de que empapeló la ciudad entera con su currículum y sus ganas de trabajar, no encontró nada; y el desempleo se convirtió en el dueño absoluto de su vida. Sus amistades, sus ratos de ocio, todo fue desapareciendo poco a poco. Se le acabaron sus ahorros y dejó de pagar una casa que no podía mantener. Finalmente, se encontró con la peor de las desgracias: vivir en la calle. 
Sin embargo, recordó aquella tarde en la que conoció la obra de ACOMAR y se encaminó hacia ella. 
Al principio le costó entrar...pues a pesar de que había recorrido caminos tortuosos a lo largo de su vida, nunca se había enfrentado al peor de todos: la pobreza. 

Tras un tiempo en el que solo acudía a nosotros a por su diaria bolsa de comida, se decidió a formar parte de nuestros "acogidos". Todavía recuerdo como si fuera ayer las primeras entrevistas que mantuvimos con él: vivía anclado en el pasado y se negaba a afrontar su nueva realidad. Se negaba a darse cuenta de que se había convertido en una persona pobre. 
Sin capacidad de abrirse a los demás y de luchar por una vida nueva, le ofrecimos nuestros servicios básicos de Atención Primaria: alojamiento, alimentación e higiene. Aunque éramos conscientes de que no podíamos quedarnos en la superficie, sino que debíamos profundizar en su corazón para curar sus heridas.  

Costó tiempo, pero al final conseguimos ayudarle a que se aceptase a sí mismo; y luchase con fuerza y coraje para salir de su situación de pobreza. Aunque estuvimos a su lado en todo momento, él fue el verdadero responsable de su curación. Él solo se liberó de las ataduras que le mantenían anclado en el pasado; y recuperó la fe y las ganas de vivir. 

Estamos orgullosos de contaros que terminó su proceso y hoy en día está totalmente integrado en la sociedad. Sigue colaborando con ACOMAR y sabe que para nosotros es parte de nuestra familia. 

Este y otros casos los hemos seguido tratando durante el verano. Nuestra casa ha permanecido abierta, como siempre, durante los días de descanso. Hoy quiero dar gracias al voluntariado, siempre comprometido, a Dios, por no abandonarnos nunca; y a todos los colaboradores que facilitan el trabajo y cumplen a la perfección uno de nuestros lemas preferidos: “En ACOMAR no nos vamos de vacaciones, porque el hambre y la pobreza no tienen vacaciones.” 

viernes, 22 de mayo de 2015

Testimonio de un acogido: "Recomponiendo una guitarra" (Capítulo II)

Sabíamos que esta vez nos había tocado un caso muy complicado, pero a pesar de las dificultades y del resto de personas a las que también debíamos atender, nunca nos rendimos. 
De mutuo acuerdo con nuestro acogido, acordamos que comenzase su proceso de rehabilitación en la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) mientras nosotros dábamos cobertura a sus servicios básicos (alimentación, alojamiento, etc). 
De esta forma, se comprometió a abandonar su anterior vida, aunque durante el tiempo que duró su rehabilitación tuvo ciertas recaídas y ganas de renunciar al proceso. Pero él tampoco desistió y siguió adelante. 

Os comentábamos en el anterior capítulo que nos gustaba comparar su vida con una guitarra y pronto nos dimos cuenta de que, paso a paso, estábamos recomponiendo sus cuerdas más debilitadas. 
Para reparar algunas de ellas tuvimos que ahondar en lo más profundo de su corazón y buscar la cura a viejas heridas que todavía permanecían sin cicatrizar. Cuando consiguió liberarse de ellas, el peso era menor y la luz de una nueva vida cada vez le parecía más próxima. 

Hubo un momento en el que percibimos que nuestro acogido se sentía más alegre y contento consigo mismo; y fue justo en ese instante cuando dimos un paso muy importante: le invitamos a que recuperase la relación con su familia. Rezamos mucho para que todo saliese bien y al final obtuvimos muy buenos resultados. Las llamadas telefónicas iniciales dieron paso a bonitos encuentros, hasta que al final llegó el día en el que se reencontró con su hijo. 

Nunca olvidaremos lo feliz que le hacían estos encuentros. Parecía que poco a poco se había convertido en otra persona: en un ser alegre, que transmitía ganas de vivir y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Sin darnos cuenta comprendimos que hacía tiempo que nuestro acogido se había rehabilitado y comenzaba a brillar con luz propia.  

Ahora la guitarra de su vida suena con una melodía que contagia a todo aquel que la escucha, sus cuerdas desprenden felicidad; y sus manos se deslizan por los trastes de la guitarra con fuerza y entusiasmo.

Hace cinco años que nuestro acogido permanece con nosotros y la verdad es que no podríamos estar más orgullosos de él. Gracias a Dios, a todos los que hacéis posible la obra de Acomar, y a ti, querido amigo, por recuperar la fortaleza suficiente para vivir de nuevo. 
Pero, sobre todo, gracias por dar vida, ahora, a todos los que la necesitan. 

jueves, 23 de abril de 2015

Testimonio de un acogido: "Recomponiendo una guitarra" (Capítulo I)

A continuación os relatamos la historia de uno de nuestros acogidos contada por el cofundador de ACOMAR, Salvador Silva. Dada la extensión del relato y con el objetivo de respetar al máximo cada uno de los detalles de su historia, la publicaremos en dos capítulos. Hoy os presentamos el primero:

Cuando acogimos a aquella persona era materialmente imposible para nosotros trazar unos planes de atención y servicio para ella. Enseguida nos dimos cuenta de que sus principales problemas eran el alcohol y el abandono personal. Toda su vida estaba atada y dependía de la bebida: no hablaba él, sino el alcohol; el alcohol pensaba por él y hasta le dirigía su rutina... 

Además de todo esto, aquella persona se dedicaba cada día a la mendicidad, de la que también dependía. Tras conocer todo esto sacamos la conclusión de que teníamos que luchar, trabajar y orar para cortar las dos raíces, el alcohol y la mendicidad, que tenían atada a esta persona al campo de la pobreza. Pero...¿por dónde debíamos comenzar?

Lo cierto es que nuestro acogido había sido un buen trabajador, tenía un currículum estupendo y estaba muy bien preparado para ejercer su profesión. 
También teníamos claro que en estos casos lo más importante era fortalecer el diálogo con él y, sobre todo, escucharle de forma permanente.  No nos importaba su dependencia al alcohol, su falta de higiene, sus proyectos abandonados...nosotros debíamos dejar de mirarle desde arriba, porque solo podíamos entenderle desde abajo.  

Nos gustaba comparar su vida con una guitarra y pronto nos dimos cuenta de que la única cuerda de su guitarra que todavía sonaba era la presencia de su hijo. A través de su hijo comenzamos a acercarnos a su YO interior, hasta que conseguimos llegar a su corazón. 
Siempre hemos dicho que para llegar al fondo del corazón de los acogidos, también debemos introducirnos en lo más profundo de nuestro ser. Siempre con el objetivo de transmitirles nuestros sentimientos (ternura, comprensión, cariño, compasión...) para llenar su vacío interior y comenzar a dar vida a su YO.  Amigos, aquí comenzó nuestra lucha para recomponer aquella “guitarra” perdida.

lunes, 13 de abril de 2015

Artículo IV de la serie "¿Dónde está mi yo?: la pobreza no se hereda, se genera

En este cuarto artículo de la serie "¿Dónde está mi yo?", el cofundador de ACOMAR, Salvador Silva, nos hace reflexionar sobre las causas humanas de la pobreza:

Es posible que tú y yo, sin ir más lejos, con nuestra tendencia al olvido, a la indiferencia social y al mirar hacia otro lado cada vez que nos encontramos a una persona necesitada, estemos contribuyendo al aumento de la pobreza.
Cada uno de nosotros podemos agrandar el campo de la pobreza. ¿Cuándo? Cada vez que surge el tema y lo evitamos, cada vez que preferimos no interesarnos en los pobres, en el origen de su miseria y en los medios disponibles para ayudarles a llevar una vida mejor y más justa para ellos. 

Es cierto que a veces nuestras obligaciones no nos dejan tiempo para pensar en los demás...a veces, si gozamos de un nivel de vida acomodado, pensamos que ayudar a los pobres es tarea de otros, "¡Y es que no vaya a ser que al acercarme a sus vidas me compliquen la mía!".
Algunos incluso temen que, si se sumergen en la tarea del voluntariado para atender al otro, la sociedad les relacione con ellos. "¿Y si se ve dañada mi imagen?" se preguntan cuando tratan de descubrir si deberían dedicar su tiempo en los que les piden ayuda a gritos. 

Pues a través de estas maneras, amigos, es como se contribuye a crear un mundo repleto de indiferencias, distancias, olvidos...en el que la pobreza no tiene cabida y no deja de aumentar día tras día.  

Y es que siempre que utilicemos excusas para no ayudar a los pobres estaremos generando más pobreza. Siempre que tengamos ojos para mirarnos solo a nosotros mismos estaremos agudizando el nivel de miseria en nuestra zona. 

El reino de Dios y su justicia no se logra únicamente rezando y alimentando nuestras costumbres religiosas. El reino de Dios y su AMOR incondicional se alcanza luchando con vigor contra el peor de nuestros enemigos: la pobreza.

lunes, 16 de marzo de 2015

Carta de ACOMAR para la Hermandad Stabat Mater

A continuación reproducimos la carta que el cofundador de ACOMAR, Salvador Silva, ha publicado en la revista de la Hermandad Penitencial "Stabat Mater", perteneciente al colegio Maristas Alicante.

Desde aquí reiteramos nuestro agradecimiento a la cofradía por colaborar con nosotros desde hace mucho tiempo y les damos la enhorabuena por la fantástica labor que realizan.

                        Con todo el cariño, el respeto y el amor que os tenemos en ACOMAR, os mandamos esta carta  queridos   hermanos/as  de la Hermandad  Stabat   Mater del Colegio Maristas de Alicante,  deseándoos, de todo corazón,  que sigáis siendo portadores  del Señor en vuestras  vidas  para poder compartirlas con los demás, haciendo el bien.
                        Amigos/as vuestro trono que con tanta reverencia, sentimiento, devoción y vocación… lo hacéis vida, el Martes Santo,  por  las calles de Alicante, tiene mucho que ver con ACOMAR.
                        Jesús clavado en la cruz. Su Santísima Madre al pie de la cruz, sufriendo, padeciendo… en silencio. Su Hijo,  pobre, olvidado, marginado, humillado, fracasado… colgando de la cruz.
                        Esa situación sigue siendo actual, se puede ver diariamente en ACOMAR. A nuestra Casa de Acogida y Seguimiento llegan diariamente personas,: vagabundos, mendigos inmigrantes, sin techo, paralíticos, enfermos/as mentales, sin techo… algunas con temas de alcoholismo, drogodependencia, prostitución,  abandono personal…  Colectivos, que  están “ clavados”  en la cruz de la pobreza, de la miseria, del abandono, del olvido…
                        La Santísima Virgen María no es  solamente  la Madre de Jesús, es también Madre nuestra, pero  de una forma especial de los pobres, los preferidos de su Hijo.
                        ¿ Por qué nació  y para qué nació ACOMAR, hace ahora 25 años?. Pues para intentar  ayudar  a  quitar de la cruz de la pobreza a muchas de estas personas y aliviar el sufrimiento de la Madre.
            ¡Cuántos Cristos amigos/as!,  personas muy muy pobres llenas de “heridas” tanto internas como externas  nos claman todos los días  y nos  piden en nuestra Casa:  ¡Ayúdame!.  Mírame,  por favor, estoy en la soledad, en el alcohol, en la droga, en la miseria… no tengo nada. ¿ Pero  sabes cuál  es mi mayor carencia.?. Pues, que nadie me AMA. Tengo un vacío  interior  tan profundo, tan profundo, que mi YO, está roto, o no sé  si existe. Por favor, no me lo llenes solamente de cosas… que  está bien. A la vez siéntate junto a mí. No tengas prisas. Escúchame,  escúchame y poco a poco oirás los lamentos de mi YO. Con tu vida dale vida a mi YO y comienza a caminar conmigo  a mi ritmo. Necesito mi dignidad. Sácame de la cruz en la que estoy.
                        Amigos/as cuando se va realizando todo ese encuentro con esas personas  muy muy pobres, vuestro Cristo de la “Caña”, comienza a sonreir. Ya no se encuentra  tan abandonado, ni tan humillado, ni  tan olvidado… y su  Santísima Madre mirando la felicidad de esa persona muy muy pobre, nos mira  a todos con ojos de agradecimiento.
                        De todo esto, sabéis mucho todos vosotros,  el Colegio Maristas,  y la Comunidad de Hermanos Maristas, por las ayudas que nos dais para llevar a cabo toda esta labor, así como otras personas anónimas e Instituciones y sobre todo el gran número de voluntarios/as de ese Colegio, jóvenes que viven de cerca y  con  todo el corazón los momentos de apoyo que antes os he  narrado junto a las personas muy muy pobres en nuestra Casa donde nos ayudan, ya hace años todos los lunes, sin faltar ninguno,   buscando la cercanía  y el AMOR con el pobre, ayudándole a curar sus “heridas”. También comienza otro grupo de jóvenes los viernes.

                        Amigos/as  para eso nació ACOMAR y actúa ACOMAR.
            Nuestro agradecimiento a la Junta Directiva de vuestra Hermandad  a todos y todas los/as hermanos/as, por la oportunidad que nos dais a entrar en vuestra Casa. Gracias.
            Los colectivos de personas muy muy pobres y toda esta Asociación Comunidad os lo  agradecen. Con todo nuestro corazón  en nombre de ACOMAR.

                               
                                Salvador  Silva                                                 

                                              (Presidente).

martes, 24 de febrero de 2015

Artículo III de la serie "¿Dónde está mi yo?": La pobreza actual

En este tercer artículo de la serie "¿Dónde está mi yo?", el cofundador de ACOMAR, Salvador Silva, nos habla sobre las características de la pobreza actual, con el objetivo de comprenderlas para poder ayudar a los más necesitados:


La mayoría de las personas que forman la pobreza actual son jóvenes. Todos ellos suelen sentirse desorientados, desmotivados e inestables. Tienen miedo a enfrentarse al mundo exterior, y en especial, a su realidad interior con la que han de convivir cada día. Su vida y sus relaciones personales permanecen atadas a su comportamiento antisocial, que no les deja abrirse a los demás. 
Y es que a pesar de que desean comenzar un nuevo camino y dejar atrás una vida llena de sufrimientos y preocupaciones, no quieren volver a fracasar. Todos estos rasgos conforman las características personales de los pobres. 

Otra de las características esenciales de la pobreza es que estas personas se sienten profundamente solas. Anhelan romper con las raíces que les atan a un mundo repleto de exclusión, pero como muchos no encuentran a una mano amiga, se vuelven más solitarios, y aumenta su sensación de desamparo y encierro en sí mismos.

Los pobres desconfían de la sociedad de la que forman parte, porque se sienten defraudados con ella. Por este motivo, les cuesta confiar y desnudar su corazón ante los que tratan de ayudarlos.

Los pobres han de buscar su pequeño sitio en una sociedad que se rige, cada vez más, por la rutina, la inmediatez, la superficialidad…En ocasiones nos dejamos llevar por las apariencias y nos olvidamos de lo que nos decía Jesús: “Ama al prójimo como a ti mismo”. Este es el auténtico cristianismo, amigos. El que da sentido a la fe cristiana, la religión que mueve montañas y la que lucha para conseguir que este mundo sea un lugar más justo para todos. 

Los verdaderos cristianos son aquellos que apuestan por los pobres: son aquellos que les ayudan a abandonar todos esos rasgos que les definen y que hemos comentado anteriormente. Son aquellos que les protegen, les defienden…y sobre todo, les AMAN.

domingo, 15 de febrero de 2015

Familias que se eligen: testimonio de una voluntaria de ACOMAR

A continuación os presentamos el testimonio de una de las voluntarias más jóvenes de nuestra asociación. En él nos relata lo que siente cada vez que ayuda a los pobres. Se trata de un escrito breve, pero cargado de emoción y cariño hacia los más necesitados. Esperamos que lo disfrutéis:


Recupero la fe en las personas cuando acudo a Acomar. Observar cómo los voluntarios dedican su tiempo a mejorar la vida de los pobres, es, sin duda, maravilloso. Lo cierto es que el mundo tiene buenas noticias, aunque pequeñas, como lo es Acomar. Pequeñas en el sentido de humildes, que no buscan llamar la atención; pero buenas, porque luchan para hacer de este mundo un lugar mejor. 

A pesar de participar de forma esporádica siento una gran satisfacción cada vez que aporto mi granito de arena a esta obra. Las tardes de los lunes veo una realidad con la que no trato en el día a día; y eso me ayuda a valorar lo que tengo, no sólo bienes materiales, y  a darme cuenta de todo lo que puedo ofrecer a los demás. Y es que Acomar me ha enseñado, entre otras cosas, que todos somos importantes y que todos tenemos algo que aportar al mundo.

Siempre he estado convencida de que los seres humanos, sin excepción, debemos tener las mismas oportunidades, así como el derecho a una vida digna. Recomiendo de corazón sumarse a esta causa a todo aquel que esté interesado en hacer voluntariado, porque Acomar te revuelve el alma y te invita a mirar la vida con otros ojos. 


Me gustaría terminar diciendo que cualquiera puede formar parte de Acomar, sea cual sea su color de piel, religión, nacionalidad...hay familias que no vienen asignadas, sino que se eligen, y yo, hoy más que nunca, elijo a Acomar. 

lunes, 9 de febrero de 2015

Aniversario 25 años de ACOMAR al servicio de los pobres

Con motivo de nuestro 25º aniversario al servicio de los necesitados, el cofundador de ACOMAR, Salvador Silva, dedica estas palabras a todos los voluntarios, amigos y familia de nuestra organización:

Hoy es un día grande para ACOMAR, tanto para los voluntarios como para los acogidos. El 2 de febrero de 1990, sin tracas, sin aplausos, sin ruidos, sin aglomeración de personas, nació ACOMAR...todo fue de lo más sencillo, y es que las obras de Dios son así: sencillas, pero extraordinarias. 

Recuerdo que aquel día en el patio de la parroquia, apoyado en una baldosa, había una persona que parecía muy necesitada. Estaba desnutrida, enferma, descalza, mojada... Alguien se acercó y le preguntó: ¿Qué te pasa.? ¿En qué puedo ayudarte? Entonces dialogaron, y tras mucho hablar, ambos se comprometieron a cubrir sus necesidades externas y a trabajar juntos para paliar las internas, que son las verdaderamente importantes, las más complejas. 

Lo cierto es que cuando existe voluntad de ayudar y de dejarse ayudar, todo resulta más fácil. No hay que esperar a que lleguen los momentos fáciles para echar una mano, hay que comenzar en el preciso instante en el que sentimos que alguien necesita nuestra ayuda. Así trabajamos en ACOMAR. Aunque nos topemos con incomprensiones, inseguridades, indiferencias...nosotros siempre debemos responder escuchando, atendiendo, mostrando afecto, y sobre todo, siendo pacientes con los acogidos. 

Solo si se AMA a la persona, con sus defectos incluidos, podremos ayudarle a encontrar la felicidad. ¿O es que acaso no sabemos que tenemos que ser fabricantes de felicidad? Nosotros siempre la buscamos atendiendo a los pobres: si les escuchas, ellos te escucharán. Si te ocupas de ellos, ellos se ocuparan de ti. Si luchas por su dignidad, ellos lucharan también por la tuya. Si les ofreces tu amistad, ellos te otorgarán la suya para siempre. 

Aquella persona de la que os hablaba al inicio de esta carta fue el primer acogido al que atendimos en ACOMAR. El proceso duro 3 años. Al final salió adelante. 
Nosotros, que por aquel entonces éramos solo cuatro voluntarios, nos planteamos lo siguiente:  ¿Si hemos hemos ayudado a una persona a recuperarse, por qué no seguimos haciendo lo mismo con todas aquellas que necesiten ayuda? Y así seguimos desde hace 25 años. 




martes, 20 de enero de 2015

Carta de ACOMAR para nuestra voluntaria María Roca

El último día del año del 2014 publicábamos en nuestro Facebook la siguiente noticia: 

Hoy es un día triste para toda la familia de ACOMAR. Ayer nos enteramos de que nuestra voluntaria María Roca había fallecido a causa de un derrame cerebral. Solo tenía 18 años. Estamos desconsolados.
La recordaremos por su cariño, por esa sonrisa que nunca desaparecía de su rostro. Por su entrega y dedicación absoluta con los pobres. 

Descansa en paz, María, y que Dios te acoja con cariño allá donde vayas. 

Te llevaremos siempre en el corazón.


Han pasado las semanas y la muerte de María no se ha borrado -ni lo hará jamás- de nuestros corazones. Por ello, el equipo de ACOMAR ha decidido realizarle un homenaje a través de una carta, que os presentamos a continuación: 


Querida, María: 

Cuando las almas bellas que se quieren, no se pueden ver con los ojos comienza el corazón a hablar, y cuando habla el corazón solo hay que escucharlo. Un corazón que AMA solamente puede hablar de recuerdos de AMOR.

Tú sabes muy bien que el corazón de ACOMAR está al servicio de los pobres. Entendías muy bien el corazón de ACOMAR, porque tú eras y serás parte siempre de nuestro corazón. Me acuerdo de lo que amabas a las personas necesitadas y de lo que ellos también te querían a ti. 

En el servicio de ACOMAR cada voluntario entrega su corazón y así lo hacías tú desde que entrabas por la puerta:  en la cocina cuando preparabas las bolsas, en el salón cuando tomabas nota de los acogidos, en el pasillo cuando repartías las medicinas y me preguntabas por la situación de los pobres. 
Cada situación la vivías y nos la hacías vivir, y ¿sabes por qué?, simplemente porque AMABAS lo que hacías y para quien lo hacías.

Nunca se nos olvidará la última Nochebuena que pasaste en ACOMAR con los pobres. Recuerdo como servías y atendías a todos, como te multiplicabas con otras voluntarias, y también con tus amigas del colegio Salesianos, con las que siempre has estado vinculada a ACOMAR. ¡Y cómo te despedimos ese día! Les dije a todos: ¡Señores, que se marcha María! Todos rieron, y tú nos sonreíste, por última vez. 

El día que comuniqué a los acogidos que te habías marchado para siempre, se derramaron muchas lágrimas, muchos corazones se encogieron de dolor. Rezamos por ti. 

Quiero que sepas que en ACOMAR nunca te olvidaremos. Todos los voluntarios te queremos y te llevamos en el corazón. Queremos pedirte que nos ayudes desde el cielo, donde estarás gozando de la presencia de Dios. Ojalá que te conviertas en nuestro ángel... 

Por último quiero decirte que me siento feliz, porque estoy seguro de que por fin has comprendido aquellas palabras que decían: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba enfermo y me ayudaste…pasa bendita, a tomar posesión del reino que te tenía prometido”.





miércoles, 7 de enero de 2015

Resumen de nuestra última Nochebuena

Como viene siendo tradición, el pasado 24 de diciembre celebramos nuestra particular Nochebuena en ACOMAR. 
Todos los años actuamos de la misma forma: servimos una cena especial a los acogidos, cantamos villancicos, y después, aquellas personas que lo desean cuentan en público sus testimonios personales.

El trabajo que realizamos en ACOMAR es duro, pero a la misma vez apasionante, porque nuestra labor con los acogidos no se basa en ayudarles sin motivo, sino en ofrecerles todo nuestro apoyo para que salgan de sus situaciones de pobreza. 
Dentro de esta labor siempre pretendemos proporcionarles: cercanía, afecto, comprensión, entendimiento cariño...; y en Nochebuena más que nunca. 

Durante estas fechas se vuelca toda la Comunidad de voluntarios con ellos para ofrecerles su corazón. ¿Os imagináis cuántos sentimientos de AMOR pudieron transmitir más de cincuenta corazones a los pobres?

Nosotros intentamos, desde la humildad, bajar con ellas al mundo de la pobreza, y una vez allí, comprenderlas y luchar junto a ellas para transformar el sufrimiento, los desprecios y el olvido que han experimentado, en una vida repleta de solidaridad, amor, y sobre todo, felicidad. 
Esta es nuestra forma de ir construyendo un mundo más humano, en el que todos tengamos nuestro sitio, sin distinciones. 

En Nochebuena siempre nos damos cuenta de cuánto ha cambiado nuestra vida desde que estamos cerca de los más necesitados. Cuántos prejuicios hemos abandonado gracias a los pobres. ¡Cuánta vida nos han otorgado sin pedirnos nada a cambio!

Lo cierto es que la forma en la que nosotros vivimos la Navidad, repleta de luces, turrones, regalos, etc, no significa nada para los más pobres. Ellos solo viven y sienten la Navidad cuando alguien les ofrece su mano para ayudarles, cuando alguien se compromete con ellos a mejorar sus vidas. Aquí es cuando realmente comienza su Navidad.
Este es el verdadero significado de estas fiestas: ayudar al que más lo necesita. Y por ello luchamos sin descanso cada día, para que a ninguna persona le falte un poquito de amor. 

Aprovechamos este escrito para daros las gracias a todos aquellos que participasteis, un año más, en nuestra Nochebuena. Os damos las gracias por haber abandonado durante unas horas vuestras obligaciones para formar parte de nuestra familia. 

Recordad que ACOMAR sois todos y cada uno de vosotros. ACOMAR es un estilo de vida, que se basa en hacer mejor la vida de los demás, porque solo cuando se da sin esperar nada a cambio se encuentra la felicidad.