Hay también carencias que no se ven, que son las carencias internas, y son las más graves y difíciles de “curar”. A esas “heridas” nos piden que le demos más importancia y llevan toda la razón, porque si no se van tratando y poco a poco y “curando”, no damos vida a su YO que continuará estando en “vía muerta” sin poder recorrer ni un milímetro, no digamos para avanzar, hacía su libertad, ni siquiera para dar un paso en poner un orden en su vida, porque carece de fuerza y de vida interior. El vacío interior es profundo. Me decía, hace un tiempo, una persona que estuvo con nosotros “enraizada” en el campo de la pobreza y que, gracias a Dios, terminó por salir. Que allí había vivido su “Calle de la Amargura”, sufriendo su “Vía Crucis”, dolorosísimo y personal cargado con sus “cruces” de la soledad, del abandono, de la miseria, del hambre,… que había recibido los “golpes” del fracaso, de la humillación, del olvido… y que no llegó al “Calvario”, donde otras personas están ya “ clavadas” en diferentes “cruces”, de sus dependencias, enfermedades…desesperanzas…, porque encontró alguien que le ayudaba.
Amigos/as, esa es la realidad, la experiencia de 27 años junto a tantas personas que están en estas situaciones. Pero a la voz de la experiencia también se une el trabajo, el servicio, la dedicación, la solidaridad de muchos /as voluntarios/as que nos dicen, que esas personas no pueden quedarse ahí y que hay posibilidad de ayudarlas, para que tengan su vida digna. Y gracias a Dios, se puede conseguir. En ACOMAR, intentamos vivir siempre la Cuaresma. La Cuaresma como dice nuestro Papa Francisco, es un camino de esperanza. Para nosotros es todo el año porque todo el año estamos acompañando a estas personas mediante unos procesos hacía su liberación. En los procesos le vamos “curando” sus “heridas” tanto externas como internas, teniendo cubiertas todas sus necesidades de atención primaria: (alojamiento, alimentación, higiene, servicios médicos,…) llegando a su YO, donde tienen su vida. Y su vida llena de fuerza y alegría la van consiguiendo estas personas con su esfuerzo, con su empeño, con su lucha diaria acompañadas siempre por el voluntariado de ACOMAR. Es un camino, como dice el Papa,” en el cual la esperanza misma se forma”.
¿Es posible que a nuestro alrededor existan personas sufriendo tan duros “Vía Crucis”? Pues sí las hay. El que estas personas vayan saliendo de su situaciones, no se realiza de la noche a la mañana. Con estas personas hay que dialogar y actuar, pero de forma permanente, no ocasional ni accidentalmente. Ya muchas veces lo he comentado. En estos diálogos se pueden descubrir dos cosas importantes. Una, que se va tomando conciencia del dolor, del sufrimiento, de la desesperanza… que tiene sobre su corazón esa persona por la cruz o cruces que lleva sobre sus hombros. Otra: que si queremos ayudar, nuestro corazón ha de irse abriendo para ponerlo al servicio de esa persona, pero con la fe en ella; ofreciéndole la posibilidad para que de forma voluntaria pueda realizar un camino de manera permanente, acompañada por la Comunidad, hacía la esperanza de su liberación y para ello, necesita de una compañía estable y segura, siendo ella misma la protagonista de su propia recuperación. En este proceso hay que contar con sus debilidades, marchas contramarchas, abandonos, recuperaciones…volver a empezar…los caminos hacía la esperanza de su liberación son duros, pero a la vez nos invitan a seguir adelante creyéndonos a la persona, dándole siempre su lugar, potenciando cada día sus posibilidades de ir saliendo de sus situaciones y valorando sus esfuerzos.
En algunas personas se puede descubrir, que son tan fuertes las situaciones de abandono personal y que sus cruces le pesan tanto y tanto y además es tanto el tiempo que soportan la carga, que algunas las llevan arrastrando. Me podéis decir que habrá personas que puedan rechazar la ayuda que se le ofrece y otras que comienzan los procesos y luego los abandonan…pues en todo momento hay que respetarlas, son personas, como nosotros, que pueden tener sus fallos, sus errores, sus equivocaciones… hay que respetarlas y darle su libertad, pero no nos podemos quedar en eso; hay que invitarlas, esperarlas, perdonarlas, si algo hubiese que perdonar y nuevamente volver a empezar para que cuando necesiten la ayuda que ahora rechazan la puedan encontrar con toda libertad. Nos llegan personas de todo el mundo. Hay que atenderlas y escucharlas a todas. Nos las manda el Señor.
Por último, nos queda el paso más importante. Si vamos a comenzar este camino de rehacer a la persona, caminando con de ella, siendo “Cirineo con la persona”, ayudándole en todo momento, tenemos que abajarnos a su mundo, al campo de la pobreza donde ella está. Pero allí no se puede llegar con prisas, ni con esquemas técnicos, ni con proyectos previstos, organizados, estudiados… Aquí ocurre lo contrario que en nuestro mundo de activismo en el que a tanto trabajo tanto rendimiento, a tanto caminar tanto avanzar, a tanto exponer tanta compensación… La persona que va a acompañar a la persona necesitada, ha de llegar con la lección bien aprendida. Para comenzar, factores importantes: la escucha, la humildad, la paciencia, la oración… Se ha de caminar al paso que la persona lo necesite y el tiempo que necesite cada paso, estando organizados de mutuo acuerdo. A este campo donde se llega y en donde se puede permanecer, hay que llegar con las manos y con el corazón abiertos. Ya la persona acompañada nos irá diciendo, con sus actitudes, lo que más necesita de nosotros tanto en temas externos como internos y comenzará a enseñarnos lo que es el saber esperar, saber escuchar, saber sufrir, saber callar, saber valorar, saber compartir… saber AMAR a la persona muy muy pobre. Poco a poco nos iremos dando cuenta, de que la persona no es tan pobre, pues iremos descubriendo, como persona que es, los valores humanos y espirituales que tiene y la gran riqueza que tiene en su YO, único e irrepetible, que ha estado un tiempo “dormido” y ahora comienza a despertar dando vida, comenzando por el acompañante. Muchas veces durante el proceso hay silencios preciosos que hablan y en esos silencios van ”madurando” las dos personas el acompañante y el acompañado y se van reforzando los sentimientos nacidos del YO de cada persona hacía una vida nueva. Ya la persona que antes vivía su “Calle de la Amargura” y en ella su “Vía Crucis” siente que está próxima su resurrección y comienza a preparar sus proyectos para vivir con dignidad .”Porque salvarás al indigente que implora y al pobre que no tiene quien le ayude”-(Sal. 72.12). Alicante, 30 Marzo 2017. Salvador.
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