Es difícil resumir y expresar en palabras lo que he podido aprender durante estos últimos meses en Acomar. Es complejo y laborioso el proceso que lleva a cabo una persona para salir de la pobreza. No solo necesitan una ayuda económica o alimentaria para salir del paso, sino que tren con ellos una maleta llena de preocupaciones.
La mayoría son personas muy pobres y tan solo reclaman un poco de comida hasta que pasan a formar parte de la familia de acogidos de Acomar. Estas personas que entran por primera vez para cenar o almorzar, se les ofrece un techo donde dormir, una ducha para cuidar su higiene o un corte de pelo, entre otras muchas atenciones primarias. Todo ello junto con un trato amable, sin profundizar en los motivos que les han llevado allí, para que perciban esta asociación como un lugar donde sentirse cómodos.
Una vez suplantadas las necesidades más urgentes y básicas, se comienza un proceso hacia una vida mejor. Este proceso implica dejar hábitos poco saludables como mendigar, ciertas adicciones o el consumo de colillas. Desde el primer momento, se dejan claros cuáles con los pasos a seguir y cuál debe ser el comportamiento del acogido en la asociación para que no se produzcan conflictos. Se irán tratando los problemas que les rodean poco a poco, a su debido tiempo y sin querer abarcar todas las dificultades a la vez. Se pasa a un cambio de rutina en la que es necesaria la ayuda de diferentes profesionales y entidades públicas. Todo ello bajo un seguimiento que se realiza desde Acomar día tras día, de lunes a domingo y los 365 días del año, con el fin de poder acompañar al acogido durante todo este proceso. La pobreza nunca descansa: las personas necesitan comida caliente, tomar su medicación, vestir con ropa abrigada en días fríos, celebrar la Navidad, sentirse apoyadas y escuchadas, charlar de las noticias diarias... necesidades que deben ser atendidas de forma inmediata y que no pueden esperar.
No todos los acogidos tienen el mismo recorrido ni los mismos objetivos que alcanzar. Se puede ver reflejado en la trayectoria de las personas que llevan años bajo el amparo de Acomar. Muchos ocupan su tiempo con sus hobbies preferidos, estudiando idiomas o trabajando, junto con alguna pequeña ayuda económica que ofrece el Estado o Acomar. Necesitan un apoyo continuo para poder sobrellevar su enfermedad mental o para solucionar problemas familiares. Siempre intentando mantenerse en el camino correcto, sin desviaciones, aunque en ocasiones aparecen obstáculos a los que deben enfrentarse.
Algunos no llegan a entender la oportunidad que ofrece Acomar y deciden voluntariamente, continuar su camino fuera.
Durante estos últimos meses, me he podido acercar a la realidad de los acogidos. He podido apreciar cuáles con sus mayores preocupaciones, los problemas que surgen a diario o cómo se les anima para que sigan hacia delante. Siempre se les habla con sinceridad, buscando su propio bien y enseñándoles cuál es el camino hacia una vida donde no exista la pobreza.
Nuria Martínez
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