Y cuando esa persona se junta con malas compañías y vive en un entorno que no le ayuda a salir de ese pozo, pues solo le queda que aparezca la ayuda divina.
Una mañana me levanté sin ser capaz de recordar nada de lo ocurrido en la noche anterior y no sabía cómo había llegado a mi habitación. Me asusté -era mi primera amnesia alcohólica- pero luego no le di mucha importancia, creía que era algo normal después de beber mucho alcohol. Pero empecé a sufrirlas más frecuentemente, cada vez que me pasaba me sentía mal, aparte de que perdía cosas o me pasada algo, hasta que llegué a perderlo todo: “mis documentos, mi dinero, mi teléfono, etc.”. Pero lo más valioso que perdí fue a mí mismo y a mi dignidad como persona.
Cada vez era más difícil controlar mi consumo de alcohol, hasta que un día sufrí un accidente de trabajo -casi me costó el puesto de trabajo- y ahí empecé a reflexionar sobre mi problema con el alcohol.
Dejé de beber unos días pero volví a beber de nuevo, y con mayor ansiedad e intensidad. Luego me di cuenta que yo sólo no podía salir de este pozo, y que tenía que hablar con alguien de confianza. Sin pensarlo acudí a la única persona en quien confío y que me había ayudado mucho en el pasado: Salvador, presidente de ACOMAR.
Le conté todo lo que me estaba pasando, y él me preguntó si estaba dispuesto a dejar el alcohol y a combatir todas las tentaciones. Me avisó que el camino iba a ser largo y muy duro. Desde aquel momento empezó todo, y con las charlas diarias que tengo con él y el tratamiento médico de la UCA, empecé poco a poco a superar la etapa de confusión y pérdida, y Salvador siempre me insistía en que tengo que ser humilde y buscar la paz en mi interior, saber controlar mis actitudes por mucho daño que me haya hecho el alcohol, y siempre ante cualquier problema refugiarme en nuestro señor Jesucristo.
Estoy muy agradecido por la acogida, dedicación y calidad humana prestada por Salvador, Mercedes y todos los voluntarios de ACOMAR. No tengo palabras suficientes para transmitirles a todos ustedes mi más sincero agradecimiento. En ACOMAR sentí la verdadera pertenencia a una gran familia Cristiana unida.
Otra vez gracias por querer vivir conmigo estos momentos difíciles y complicados de mi vida.
GRACIAS SEÑOR.
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