Las personas somos diferentes, la educación que recibimos junto con nuestro carácter tanto interno como el heredado genéticamente, hace que cada uno forjemos nuestra forma de ser, con la que actuaremos y que moldearemos a nuestro parecer a lo largo de nuestra vida.
Pero a pesar de nuestras diferencias a nadie nos gusta ver sufrir al prójimo, aunque nos caiga mal, preferimos apartar la mirada, y poca gente intenta que ese sufrimiento sea un poco más llevadero.
Y a nuestra mente viene comentarios del tipo: “Pero si no sé ni quién eres, para que voy a ayudarte”, “ no es problema mío, amigo”, “tú sabrás lo que has hecho para haber llegado ahí”, “soy buena persona, doy limosna en la iglesia, pero no tengo tiempo para ti”, “lo siento otro día”.
Pero el que sufre va a seguir sufriendo si no hay nadie que le ayuda.
Con la tecnología y las redes sociales nos asilamos de lo que verdaderamente importa, los sentimientos, tanto tuyos como del que tienes al lado.
Y una vez más llega la Semana Santa, solo sabemos ver reels de procesiones de años anteriores, bandas de música, traslados y muestras de cómo poner peinetas y mantillas este año. Pero, ¿ese mundo, es el mundo de los pobres?
La Semana Santa es más, es uno de los momentos que tenemos en el año para reconducirnos y discernir lo que importa, dónde Jesús te dice que: “si ayudas al necesitado es como si me ayudaras a mi a cargar la cruz”, “si le das de comer y de beber algo caliente al que pide en el banco es como si me lo dieras a mi”.
Claro que esa persona tendrá un pasado por el que habrá acabado en esa situación, pero ni tú ni yo estamos en este mundo para juzgar a nadie, porque sino seríamos como los que juzgaron a Jesús ante Pilatos, “crucifícalo”. Aliviar su pesar te hará bien a ti, en tu paz interior.
No todos somos iguales y es bueno ser diferentes, pero si nos reconducimos, nuestros sentimientos convergerán en el amor por la humanidad. El amor que Jesús nos demostró, con todo su sufrimiento y su entrega en la cruz, que cada año rememoramos en Semana Santa. Haz que la tuya sea diferente y ama con acciones de corazón y sin miedo, porque la Madre de Jesús, María, lo amó toda la vida con amor de Madre e igual nos ama a todos nosotros, pero especialmente a estas personas más pobres, porque son sus hijos preferidos.
Y María, su Madre vivió la autentica Pasión y sufrimiento de su hijo, los mismos que los pobres llevan en su alma su Vía Crucis diario.
No podemos limitarnos a salir del paso con una limosna, los pobres de ACOMAR, esperan diariamente el amor, la comprensión y la ayuda en obras que le ofrece ACOMAR.
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