jueves, 8 de septiembre de 2016

TESTIMONIO DE UN ACOGIDO DE ACOMAR

Cuando uno no está preparado para los golpes, ni el sufrimiento, ni el dolor que le esconde la vida, cuando uno empieza a perder la pasión, la ilusión y el interés por todo, cuando uno no tiene el coraje de reconocer sus problemas e intentar solucionarlos, se vuelve vulnerable y débil, y allí empieza a caerse en el pozo de la soledad, la marginación y el alcohol.
Y cuando esa persona se junta con malas compañías y vive en un entorno que no le ayuda a salir de ese pozo, pues solo le queda que aparezca la ayuda divina.
Una mañana me levanté sin ser capaz de recordar nada de lo ocurrido en la noche anterior y no sabía cómo había llegado a mi habitación. Me asusté -era mi primera amnesia alcohólica- pero luego no le di mucha importancia, creía que era algo normal después de beber mucho alcohol. Pero empecé a sufrirlas más frecuentemente, cada vez que me pasaba me sentía mal, aparte de que perdía cosas o me pasada algo, hasta que llegué a perderlo todo: “mis documentos, mi dinero, mi teléfono, etc.”. Pero lo más valioso que perdí fue a mí mismo y a mi dignidad como persona.
Cada vez era más difícil controlar mi consumo de alcohol, hasta que un día sufrí un accidente de trabajo -casi me costó el puesto de trabajo- y ahí empecé a reflexionar sobre mi problema con el alcohol.
Dejé de beber unos días pero volví a beber de nuevo, y con mayor ansiedad e intensidad. Luego me di cuenta que yo sólo no podía salir de este pozo, y que tenía que hablar con alguien de confianza. Sin pensarlo acudí a la única persona en quien confío y que me había ayudado mucho en el pasado: Salvador, presidente de ACOMAR.
Le conté todo lo que me estaba pasando, y él me preguntó si estaba dispuesto a dejar el alcohol y a combatir todas las tentaciones. Me avisó que el camino iba a ser largo y muy duro. Desde aquel momento empezó todo, y con las charlas diarias que tengo con él y el tratamiento médico de la UCA, empecé poco a poco a superar la etapa de confusión y pérdida, y Salvador siempre me insistía en que tengo que ser humilde y buscar la paz en mi interior, saber controlar mis actitudes por mucho daño que me haya hecho el alcohol, y siempre ante cualquier problema refugiarme en nuestro señor Jesucristo.
Estoy muy agradecido por la acogida, dedicación y calidad humana prestada por Salvador, Mercedes y todos los voluntarios de ACOMAR. No tengo palabras suficientes para transmitirles a todos ustedes mi más sincero agradecimiento. En ACOMAR sentí la verdadera pertenencia a una gran familia Cristiana unida.
Otra vez gracias por querer vivir conmigo estos momentos difíciles y complicados de mi vida.

GRACIAS SEÑOR.

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