lunes, 13 de abril de 2015

Artículo IV de la serie "¿Dónde está mi yo?: la pobreza no se hereda, se genera

En este cuarto artículo de la serie "¿Dónde está mi yo?", el cofundador de ACOMAR, Salvador Silva, nos hace reflexionar sobre las causas humanas de la pobreza:

Es posible que tú y yo, sin ir más lejos, con nuestra tendencia al olvido, a la indiferencia social y al mirar hacia otro lado cada vez que nos encontramos a una persona necesitada, estemos contribuyendo al aumento de la pobreza.
Cada uno de nosotros podemos agrandar el campo de la pobreza. ¿Cuándo? Cada vez que surge el tema y lo evitamos, cada vez que preferimos no interesarnos en los pobres, en el origen de su miseria y en los medios disponibles para ayudarles a llevar una vida mejor y más justa para ellos. 

Es cierto que a veces nuestras obligaciones no nos dejan tiempo para pensar en los demás...a veces, si gozamos de un nivel de vida acomodado, pensamos que ayudar a los pobres es tarea de otros, "¡Y es que no vaya a ser que al acercarme a sus vidas me compliquen la mía!".
Algunos incluso temen que, si se sumergen en la tarea del voluntariado para atender al otro, la sociedad les relacione con ellos. "¿Y si se ve dañada mi imagen?" se preguntan cuando tratan de descubrir si deberían dedicar su tiempo en los que les piden ayuda a gritos. 

Pues a través de estas maneras, amigos, es como se contribuye a crear un mundo repleto de indiferencias, distancias, olvidos...en el que la pobreza no tiene cabida y no deja de aumentar día tras día.  

Y es que siempre que utilicemos excusas para no ayudar a los pobres estaremos generando más pobreza. Siempre que tengamos ojos para mirarnos solo a nosotros mismos estaremos agudizando el nivel de miseria en nuestra zona. 

El reino de Dios y su justicia no se logra únicamente rezando y alimentando nuestras costumbres religiosas. El reino de Dios y su AMOR incondicional se alcanza luchando con vigor contra el peor de nuestros enemigos: la pobreza.

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