martes, 20 de enero de 2015

Carta de ACOMAR para nuestra voluntaria María Roca

El último día del año del 2014 publicábamos en nuestro Facebook la siguiente noticia: 

Hoy es un día triste para toda la familia de ACOMAR. Ayer nos enteramos de que nuestra voluntaria María Roca había fallecido a causa de un derrame cerebral. Solo tenía 18 años. Estamos desconsolados.
La recordaremos por su cariño, por esa sonrisa que nunca desaparecía de su rostro. Por su entrega y dedicación absoluta con los pobres. 

Descansa en paz, María, y que Dios te acoja con cariño allá donde vayas. 

Te llevaremos siempre en el corazón.


Han pasado las semanas y la muerte de María no se ha borrado -ni lo hará jamás- de nuestros corazones. Por ello, el equipo de ACOMAR ha decidido realizarle un homenaje a través de una carta, que os presentamos a continuación: 


Querida, María: 

Cuando las almas bellas que se quieren, no se pueden ver con los ojos comienza el corazón a hablar, y cuando habla el corazón solo hay que escucharlo. Un corazón que AMA solamente puede hablar de recuerdos de AMOR.

Tú sabes muy bien que el corazón de ACOMAR está al servicio de los pobres. Entendías muy bien el corazón de ACOMAR, porque tú eras y serás parte siempre de nuestro corazón. Me acuerdo de lo que amabas a las personas necesitadas y de lo que ellos también te querían a ti. 

En el servicio de ACOMAR cada voluntario entrega su corazón y así lo hacías tú desde que entrabas por la puerta:  en la cocina cuando preparabas las bolsas, en el salón cuando tomabas nota de los acogidos, en el pasillo cuando repartías las medicinas y me preguntabas por la situación de los pobres. 
Cada situación la vivías y nos la hacías vivir, y ¿sabes por qué?, simplemente porque AMABAS lo que hacías y para quien lo hacías.

Nunca se nos olvidará la última Nochebuena que pasaste en ACOMAR con los pobres. Recuerdo como servías y atendías a todos, como te multiplicabas con otras voluntarias, y también con tus amigas del colegio Salesianos, con las que siempre has estado vinculada a ACOMAR. ¡Y cómo te despedimos ese día! Les dije a todos: ¡Señores, que se marcha María! Todos rieron, y tú nos sonreíste, por última vez. 

El día que comuniqué a los acogidos que te habías marchado para siempre, se derramaron muchas lágrimas, muchos corazones se encogieron de dolor. Rezamos por ti. 

Quiero que sepas que en ACOMAR nunca te olvidaremos. Todos los voluntarios te queremos y te llevamos en el corazón. Queremos pedirte que nos ayudes desde el cielo, donde estarás gozando de la presencia de Dios. Ojalá que te conviertas en nuestro ángel... 

Por último quiero decirte que me siento feliz, porque estoy seguro de que por fin has comprendido aquellas palabras que decían: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba enfermo y me ayudaste…pasa bendita, a tomar posesión del reino que te tenía prometido”.





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