Caminaba con otro compañero, por la calle, para recoger unos recursos que nos hacían falta en nuestra Casa de ACOMAR. Al llegar a un pequeño jardín, vimos en un banco de madera, a una persona que estaba tendida, en un cartón y cubierto su cuerpo con media manta vieja. Su lecho un banco de madera, su colchón un cartón y su edredón un trozo de manta vieja… y su techo, las estrellas… Nos miramos en silencio y lo teníamos clarísimo. Nos detuvimos y hablamos un poco con esa persona… resumiendo: estaba en total abandono tanto externo como interno, con mucho desorden. Para ayudarle, le ofrecimos nuestros recursos y los aceptó…Con el fin de que su situación no se agrava
ra más lo llevamos a nuestra Casa donde teníamos acogidas a unas 19 personas, en diferentes procesos: prevención, rehabilitación, promoción e inserción. Fue atendida en todos los recursos de atención primaria, como todos. Esta persona comenzó la fase de prevención. Luego, poco a poco fuimos dialogando, escuchando y preparando a esa persona a iniciar voluntariamente su proceso y a llevar, con nosotros tanto externa como internamente: convivencias, relaciones…higiene, fases de comportamiento, autoestima… lo que es nuestro servicio permanente con estas personas.
A los pocos días celebrábamos el día del Corpus Cristi. Fuimos a adorar a Jesús Sacramentado y asistimos a la Eucaristía y al acompañamiento del Señor, en la procesión. Nos vino a la mente y al corazón que no está muy lejos de este Corpus, el cuerpo de otras personas con las que el mismo Cristo se identifica y están en la soledad. Para ese acompañamiento, para esa “procesión”, para ese proceso que hay que llevar con estas personas para ayudarles a salir de sus situaciones no hacen falta ni cirios, ni flores, ni estandartes, ni capas grandes doradas, ni música….¿Quién las acompañan?, Aquí ya no hay ni cirios, ni estandartes… aquí vamos a encontrar; sufrimientos, soledades, desesperanzas, enfermedades, hambre, abandono, miserias…¿Quién escucha estos lamentos?.” Tuve hambre, no tenía techo, estaba en la droga, en el alcohol, estaba abandonado/a, excluido/a, olvidado/a…¿Me ayúdate a salir de mi situación?. ¿Escuchaste mis lamentos?. ¿Me acompañaste en mi “procesión”, hacía mi recuperación?. ¿Me diste el corazón que yo esperaba, para dar fuerzas al mío que agotado estaba?. “Lo que hiciste a unos de estos mis hermanos más débiles a mí me lo hiciste” (Mat, 25,40). Aquí en este inmenso mundo de la pobreza vamos a servir, amar, ayudar a escuchar… al Señor. Aquí no vamos a pedirle al Señor, aquí es el Señor quien nos pide…una comida, un alojamiento, salir de la droga, del abandono personal…
Es un Corpus que dura toda la vida. Es un Corpus diferente, pero muy muy cercano al Cristo pobre. Salvador, 8 Junio 2019.
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