Hace unos días, hablando con un grupo de voluntarios y voluntarias jóvenes, venían por primera vez a ACOMAR, para prestar el servicio y la atención que damos diariamente a todos los colectivos de pobreza y marginación que llegan a nuestra Casa. Querían tener una información más completa, se trataron los temas más frecuentes y necesarios, como pueden ser: las situaciones que enraízan a estas personas en el inmenso campo de la pobreza, de cómo llegamos a contactar con ellas, tanto externa como internamente, de los procesos correspondientes, de cómo ha de ser la actitud del voluntario o de la voluntaria, etc. Hacían preguntas sobre las situaciones de pobreza actual, del número de persona que llegan, si responden a los procesos que comienzan y realizan.
Pues bien a todas esas preguntas y a otras muchas más, les fuimos dando respuesta, y se les notaba que están relajados y muy atentos.
A tantas preguntas les faltaba una, y nos pidieron, que por favor, le informáramos de cómo nació esta labor. Se lo explicamos. Y veíamos como les nacía en su interior, el querer saber, si después de los años que se lleva tratando a los pobres, todavía les podía ocurrir a ellos lo mismo que a los fundadores de esta Obra que comenzaron a cuidar de un pobre descalzo, con frío, hambriento y abandonado, porque vieron en él la imagen de Cristo sufriendo.
Le explicamos que ellos iban a servir en cada pobre de ACOMAR al mismo Jesucristo. “Lo que hacéis con uno de estos más pobres, conmigo lo hacéis”. No vienen para estar en los pobres ni para los pobres. Vienen para estar con los pobres. En cada persona pobre podían ver al mismo Cristo cargado con su cruz, de abandono personal, enfermedad mental, drogadicción, alcoholismo… Que piden ayuda porque no pueden con el peso de tanta cruz, y también lo pudieron ver clavado en su cruz, la cruz de la soledad, del olvido, de la impotencia de la indiferencia… y pedían ayuda para poder aliviar de tanto sufrimiento…
Amigos, amigas, aquí os vais a encontrar con un Vía Crucis permanente y diario, porque ACOMAR, sabiendo el sufrimiento que lleva Cristo en estas personas, no puede cerrar ningún día del año. En resumen que ACOMAR no tiene vacaciones, porque el hambre y la enfermedad no tienen vacaciones. ACOMAR, celebra su gran Pascua, cuando esta persona muy pobre comienza a tener su libertad y dignidad. Esa es nuestra Pascua, Cristo está ya vivo y libre de ataduras.
Se hizo un profundo silencio. Les dijimos que si había más preguntas que hacer. Nos respondieron que todo estaba muy claro.
Se terminó la reunión y pasaron a la pequeña cocina de ACOMAR, fueron bien recibidos y se pusieron a preparar la alimentación para servir a Cristo en cada persona muy pobre.
Cuando terminaron al cabo de dos horas, del trabajo en el servicio, pasaron a explicarnos su experiencia. Nos comentaron, que como habían visto a Cristo en los pobres, volverían cada vez que se les llame a servir al mismo Jesucristo.
Le dimos gracias al Señor y a su Santísima Madre, Madre de todos y de los pobres, por las nuevas vocaciones que nos manda.
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