Hoy os ofrecemos un testimonio del cofundador de ACOMAR, Salvador Silva, cargado de emoción y hambre de futuro:
Esta persona llegó a nosotros desde Europa del Este, como tantas y tantas que diariamente se acercan de otros continentes y lugares de nuestra España buscando solución a los grandes problemas que plantean en su vida las carencias de los recursos más elementales. Son aparentemente mundos completamente “rotos”, inútiles, derribados… lo sufren todo en silencio y desesperanza, que son las enfermedades más crueles que sufre. Pues bien, si te acercas a los supuestamente “escombros” de ese mundo, puedes escuchar alguna palabra que pide ayuda. Si comienzas a quitar “escombros” lenta y permanentemente, no ocasionalmente, verás que allí hay vida y alguien que te pide vida. Si compartes tu vida, comienzas a construir en la persona un mundo nuevo de alegría, de esperanza, de libertad… “Tuve hambre y me diste de comer,… estaba abandonado/a y me acogiste, estaba “preso” de las drogas, del alcohol, del abandono personal… y me liberaste” (Mt.25). Así de sencillo.
Para esta persona los caminos de la vida, en su país, fueron leves. Vivía con su esposa, su familia y su hijo menor de edad. Tenían su trabajo y su vida normal. Llegó el momento en que cambiaron los tiempos y fueron perdiendo todos los valores materiales y financieros recogidos hasta entonces. Gracias a Dios, no perdieron los valores espirituales. Aún los conservan, según nos comenta, incluso se le han reforzado al ir caminando desde su pobreza al lado de ACOMAR.
Con unos ahorros que tenían decidieron venir a España y hospedarse en casa de un familiar en un pequeño pueblo de Albacete. Tantos los recursos económicos como los alimentos eran escasos. No podía consentir que se pasaran estrecheces, y menos su hijo. Al día siguiente se puso a buscar trabajo. Y al siguiente y al siguiente… No encontró. Tuvo que dejar la familia y marcharse a la aventura...por diferentes provincias, realizando algunos trabajos, mal pagados, con escasa alimentación y sin techo. Todo lo que ganaba lo mandaba a la familia. Así estuvo varios meses.
Llegó a Alicante muy cansado. Permaneció dos días sentado en un parque público, comiendo de las reservas que tenía, pan duro. Le pedía a Dios que le ayudase, que le ayudase, que no perdiera la esperanza. No podía derrumbarse. Tenía que volar como un águila. Recordaba la frase que su padre le dijo un día: “Hijo cuando la vida te sea dura y te sientas derribado, piensa en tu familia y busca soluciones.” No conocía Alicante. Se puso en marcha, caminando. No sabe cuánto tiempo. Encontró una casa con ventanas grandes pintado todo de blanco. Allí, alguien le había comentado que podía encontrar algo de comida. Llamó a la puerta y una mujer le preguntó con mucha cortesía y cariño: Hijo, ¿Qué le está ocurriendo?. ¿Qué necesita?. Eran las primeras palabras, que en varios meses, fuera de su familia, oía con mucha amabilidad y ternura. Le explicó un poco su caso y le dijo: No se marche que aunque hemos terminado hoy le voy a dar alimentación y una manta porque veo que tiene frío. Y así lo hizo. Le dijo más: venga mañana para tratar su tema a fondo con otros compañeros de la Asociación, que le podremos ayudar. Al día siguiente llegó a nosotros en muy malas condiciones, tanto externas como internas. Nos narró todo lo anteriormente expuesto y más. El sufrimiento lo ahogaba, la soledad lo invadía, él quería salir de su situación pero no podía, la tristeza interior lo hundía en un vacío profundo… le faltaban palabras para contar lo pasado y lo presente. Su única esperanza era salvar a su familia y estar con su mujer y su hijo. Le dijimos palabras de consuelo, de ternura, de afecto y comprensión, y se le dijo: “No te aflijas más. Para llegar a un final feliz, primero cuídate a ti mismo y déjate ayudar”. Lloraba de alegría. ¿Quieres nuestra ayuda?. Y nos respondió: Por Dios, ayudadme.
De seguida estudiamos el caso y vimos que estaba lleno de heridas tanto externas como internas. Aquel hombre no podía sufrir más. Su YO vivía un vacío interior profundo. Estaba con los” pies arrastras“. Le faltaba autoestima. Tenía desorden interno. Desmotivación. Desconfianza en sí mismo. Miedos, agobios… y un sufrimiento enorme. Todo eso y más había que curarlo. El vacío interior profundo había que llenárselo con sentimientos de ternura, comprensión, cariño, escucha… Le dimos todos los servicios de atención primaria: (alojamiento, alimentación, higiene…) y se puso en comunicación con su familia. Y nosotros también. Ya nos contaron la situación de marginación que estaban viviendo y especialmente su hijo, menor de edad. La mujer nos daba las gracias porque habíamos acogido a su marido. Le comunicamos que pronto estarían juntos en Alicante. Y así fue. Su marido fue a recogerlos. Cuando llegaron a ACOMAR fue un día precioso, cargado de alegría. Le encontramos un alojamiento cerca de ACOMAR, donde viven.
Al principio era la Asociación la que estaba al frente de todo, pero poco a poco, durante el proceso correspondiente y el seguimiento de su caso, comenzaron a desaparecer las “heridas” internas. Hoy, gracias al Señor, la mujer y el marido están trabajando con su nómina, hablan bien el castellano, se defienden y su hijo está escolarizado. Ya ellos, se administran y están al frente de sus gastos, pero aún continúan con nosotros ya que nos piden que le sigamos ayudando en reforzar en su familia, los valores espirituales.
Desde el voluntariado seguimos diariamente atendiendo, sirviendo, dando… a un promedio diario de 70 personas muy pobres.
Amigos/as: erradicar la pobreza es seguir luchando, cada día, no ocasionalmente, sino permanentemente junto a estas personas para “cortar” la raíz de su pobreza; y devolverles su dignidad. Todo para dar ¡Gloria a Dios! Porque la Obra es Suya.
Si alguien quiere colaborar: SABADELLCAM- Nº CTA:ES91-0081-1347-99-0006095016.
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