Ya sale de su casa, en procesión, la Madre, María Auxiliadora. ¡Es su fiesta!. Está deseosa de encontrarse con todos, para ser una más, en la calle, donde diariamente nos movemos. Corazones que aplauden, que rezan, que suplican, que lloran, que se alegran, de verla tan cerca,… piropos, vivas, canticos. Todo para Ella. Y todo es poco. Se merece más.
Este año ACOMAR, no puede estar esperándote en la esquinita de la calle San Juan Bosco, donde al pasar te llega una lluvia de pétalos de los balcones de tus vecinos y vecinas, que te aman. Al pasar por la esquinita, siempre nos miramos, sonreímos nos hablamos… “Haced lo que Él os diga”… porque Tú Madre, sabes mucho de la vida de ACOMAR, con tus hijos preferidos; los pobres.
Este año no podemos estar allí, en la esquinita. Otra procesión nos espera, y en otra esquinita tenemos que estar pero Tú con nosotros y nosotras, y con los pobres, como siempre.
Madre, ya no es igual que otros años. La pandemia, es una procesión interminable. Para las familias, falta alguien muy querido que se fue, para siempre. Los amaneceres no son los mismos, la vida ha cambiado, inseguridad para todos…y los pobres van en aumento y han perdido la esperanza. Se escucha ya la palabra hambre. Están en la esquina de la vida, sin saber para donde caminar. En su mochila no hay recursos y en su alma el vacío interior del desamparo. ¿Qué camino tomar?. Tenemos que estar en esta esquinita y Tú con nosotros y nosotras. Nos vas diciendo: Ya no paso de largo como en la procesión de la calle San Juan Bosco. Ahora, me quedo con los pobres, con vosotros y vosotras en la procesión de la pandemia y en la esquinita de la vida. Vamos a vivir juntos y unidos lo que mi Hijo nos pide “Lo que hiciste con uno de estos mis hermanos más débiles, conmigo lo hiciste”.