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jueves, 23 de abril de 2015

Testimonio de un acogido: "Recomponiendo una guitarra" (Capítulo I)

A continuación os relatamos la historia de uno de nuestros acogidos contada por el cofundador de ACOMAR, Salvador Silva. Dada la extensión del relato y con el objetivo de respetar al máximo cada uno de los detalles de su historia, la publicaremos en dos capítulos. Hoy os presentamos el primero:

Cuando acogimos a aquella persona era materialmente imposible para nosotros trazar unos planes de atención y servicio para ella. Enseguida nos dimos cuenta de que sus principales problemas eran el alcohol y el abandono personal. Toda su vida estaba atada y dependía de la bebida: no hablaba él, sino el alcohol; el alcohol pensaba por él y hasta le dirigía su rutina... 

Además de todo esto, aquella persona se dedicaba cada día a la mendicidad, de la que también dependía. Tras conocer todo esto sacamos la conclusión de que teníamos que luchar, trabajar y orar para cortar las dos raíces, el alcohol y la mendicidad, que tenían atada a esta persona al campo de la pobreza. Pero...¿por dónde debíamos comenzar?

Lo cierto es que nuestro acogido había sido un buen trabajador, tenía un currículum estupendo y estaba muy bien preparado para ejercer su profesión. 
También teníamos claro que en estos casos lo más importante era fortalecer el diálogo con él y, sobre todo, escucharle de forma permanente.  No nos importaba su dependencia al alcohol, su falta de higiene, sus proyectos abandonados...nosotros debíamos dejar de mirarle desde arriba, porque solo podíamos entenderle desde abajo.  

Nos gustaba comparar su vida con una guitarra y pronto nos dimos cuenta de que la única cuerda de su guitarra que todavía sonaba era la presencia de su hijo. A través de su hijo comenzamos a acercarnos a su YO interior, hasta que conseguimos llegar a su corazón. 
Siempre hemos dicho que para llegar al fondo del corazón de los acogidos, también debemos introducirnos en lo más profundo de nuestro ser. Siempre con el objetivo de transmitirles nuestros sentimientos (ternura, comprensión, cariño, compasión...) para llenar su vacío interior y comenzar a dar vida a su YO.  Amigos, aquí comenzó nuestra lucha para recomponer aquella “guitarra” perdida.

lunes, 13 de abril de 2015

Artículo IV de la serie "¿Dónde está mi yo?: la pobreza no se hereda, se genera

En este cuarto artículo de la serie "¿Dónde está mi yo?", el cofundador de ACOMAR, Salvador Silva, nos hace reflexionar sobre las causas humanas de la pobreza:

Es posible que tú y yo, sin ir más lejos, con nuestra tendencia al olvido, a la indiferencia social y al mirar hacia otro lado cada vez que nos encontramos a una persona necesitada, estemos contribuyendo al aumento de la pobreza.
Cada uno de nosotros podemos agrandar el campo de la pobreza. ¿Cuándo? Cada vez que surge el tema y lo evitamos, cada vez que preferimos no interesarnos en los pobres, en el origen de su miseria y en los medios disponibles para ayudarles a llevar una vida mejor y más justa para ellos. 

Es cierto que a veces nuestras obligaciones no nos dejan tiempo para pensar en los demás...a veces, si gozamos de un nivel de vida acomodado, pensamos que ayudar a los pobres es tarea de otros, "¡Y es que no vaya a ser que al acercarme a sus vidas me compliquen la mía!".
Algunos incluso temen que, si se sumergen en la tarea del voluntariado para atender al otro, la sociedad les relacione con ellos. "¿Y si se ve dañada mi imagen?" se preguntan cuando tratan de descubrir si deberían dedicar su tiempo en los que les piden ayuda a gritos. 

Pues a través de estas maneras, amigos, es como se contribuye a crear un mundo repleto de indiferencias, distancias, olvidos...en el que la pobreza no tiene cabida y no deja de aumentar día tras día.  

Y es que siempre que utilicemos excusas para no ayudar a los pobres estaremos generando más pobreza. Siempre que tengamos ojos para mirarnos solo a nosotros mismos estaremos agudizando el nivel de miseria en nuestra zona. 

El reino de Dios y su justicia no se logra únicamente rezando y alimentando nuestras costumbres religiosas. El reino de Dios y su AMOR incondicional se alcanza luchando con vigor contra el peor de nuestros enemigos: la pobreza.