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sábado, 18 de octubre de 2014

La esquizofrenia: testimonio de un acogido

Os presentamos el testimonio de un acogido contado por el responsable de ACOMAR, Salvador Silva: 

"Cuando comprendemos y queremos a desconocidos se produce una experiencia preciosa. A veces nos preguntamos: ¿Por qué debo ayudar a alguien que no conozco? Y es precisamente esa persona quien nos responde: Porque te estaba esperando. Entonces comienza una amistad entre los dos; y nunca nos pregunta por qué hemos tardado tanto en llegar, solo nos dice que mereció la pena esperarnos.

Os hablo de alguien que vivía en el centro de Alicante y tocaba la guitarra acompañado de un cartel que rezaba: "Por favor, deme algo para comer". La melena le llegaba a los hombros y la barba le tapaba parte del pecho. Permanecía sentado en una especie de envoltorio que hacía las veces de saco de dormir y no dejaba de cantar canciones con un ritmo que él mismo se inventaba.

Un voluntario de ACOMAR intentó en varias ocasiones dialogar con él, pero estaba demasiado ocupado con sus canciones. En nuestro centro siempre tratamos de practicar la insistencia con los pobres, pero con una gran dosis de prudencia. Cierto día el voluntario consiguió hablar con él y quedaron en verse otro día. Un halo de esperanza recorrió el cuerpo de los dos voluntarios que acudieron esta vez cuando vieron que aquel dejó de tocar la guitarra, recogió sus cosas y se sentó en un banco para hablar tranquilamente con ellos.

Durante esta charla le ofrecimos venir a nuestra casa y nos contó su situación personal: no tenía mujer ni hijos, pero tampoco quería saber nada del resto de su familia. En cierto momento decidió volver a sus canciones, pero les pidió que fuesen a verlo otra mañana. 

Y así lo hicieron, con la diferencia de que esta vez él les esperaba. Quería hablar, nos hablaba de todo: de composiciones, de música, de poesía, de él mismo, comprendimos que necesitaba ser escuchado y eso hacíamos: escucharle. 
Sabíamos que si no le escuchábamos no podríamos acercarnos a él. Todavía no quería revelarnos cuál había sido el motivo de su situación de pobreza, pero ya habíamos decidido que lo acogeríamos, le daríamos de comer, y le ayudaríamos en todo lo que pudiésemos. 

Al final accedió a acompañarnos a nuestra casa y allí lo aseamos, le dimos ropa limpia a pesar de que no quería desprenderse de la suya porque decía que era de su propiedad, le llevamos a la peluquería y le proporcionamos una casa donde dormir y comida para alimentarse. También lo llevamos al médico. 

En los siguientes días dormía muchas horas y se alimentaba sin cesar. Y fue entonces cuando comenzó a contarnos su vida pasada: sus rupturas familiares, su falta de higiene desde que se dejó el pelo largo. Vimos que poco a poco iba mejorando y encontrando la paz. Su YO comenzaba a renacer y nuestra amistad no dejaba de crecer. 

Una mañana nos dijo que padecía esquizofrenia desde hacía años, que había dejado el tratamiento y se había abandonado a la calle y a las canciones. El médico volvió a recetarle el tratamiento y él comenzó a mejorar, incluso nos pidió que llamásemos a su familia para que viniese a visitarlo. El día que se encontraron fue precioso. Todavía se ven de vez en cuando. 

Actualmente, se ha convertido en una persona educada, atenta y servicial. Lleva una vida muy ordenada y es un gran amigo de los que le rodean. Cobra una pequeña ayuda debido a la enfermedad que padece.Es un hombre feliz. Hoy solo puedo darle las gracias a Dios por esta obra y a vosotros por ayudarnos a hacerla posible".